domingo, 19 de diciembre de 2010

16

Era verano, me puse mi nuevo uniforme, pantalón azul, camisa amarilla, corbata y gorra con la M de Mc Donald's bordada en amarillo brillante, no podía estar más nerviosa y más emocionada a la vez. El primer día fue extraño, conocer gente nueva, casi todos más grandes que yo, en realidad era bastante tímida y moría de miedo, llegué junto con mi hermana y dos chavitos más que también eran nuevos. Uno de ellos era un niño de ojos tristes, pelo lacio, delgado y con la sonrisa más bonita que jamás hubiera visto, con hoyitos en los cachetes y dientes parejitos, de inmediato nos hicimos amigos, aprendiamos juntos, nos ayudabamos y nos buscabamos para todo, fue una de esas veces en que la química fluye sin pensarlo y quieres ver y estar con una persona sólo por el gusto de sentirla cerca.

Cuando terminaba el día me acompañaba a la parada del camión y
dejábamos pasar 3 o 4 camiones antes de subirme, ya que preferíamos platicar sentados en la banqueta, intercambiamos credenciales de la escuela, yo aún conservo la suya de tercero de secundaria, íbamos al cine Apolo y teníamos la mala suerte de entrar a ver las peores películas, sin embargo lo importante era estar juntos, riéndonos de todo y comiendo palomitas. Para vernos siempre deciamos que nos veiamos en el lugar de siempre y a la hora de siempre, y ése lugar resultaba ser la parada del autobús del parque de Satélite.

El empezó a tener novia y yo también, pero nunca dejamos de ser amigos y contarnos todo. En las fiestas siempre
teníamos que bailar aunque sea una juntos y así pasaron los años, entramos a la Universidad y cambiamos de trabajo, sin embargo nunca dejamos de contactarnos, él pasaba a visitarme a mi casa de vez en cuando saliendo de la escuela y sosteníamos largas charlas en el coche, me contaba de sus desamores y yo de los mios, teníamos como 21 años ya y nos dijimos que si a los 30 no nos habíamos casado aún, nos casaríamos nosotros, como en las pelis.

Finalmente nunca fuimos nada, sólo grandes amigos, Él se casó a los 30 y aunque más lejanos, cada vez que hablamos siento el mismo gusto por saber de él y ahora que me acuerdo de ese sentimiento, extraño tanto la
magia que se siente cuando algo no lo forzas, cuando no planeas tanto, cuando no hay contratos, cuando nadie es propiedad de nadie, cuando no importa que pase mañana, cuando no buscas que alguien te resuelva la vida, cuando no hay presión de nada, cuando nadie lastima a nadie, cuando no hay presiones sociales, cuando sólo disfrutas de la compañia de alguien, cuando la gente sólo se quiere y ya.

Y entonces y sólo entonces sientes, quieres y compras a alguien para toda tu vida, justo como cuando tenía 16.

1 comentario:

  1. Dicen que uno aprende al crecer, pero yo creo que no siempre. Al crecer se nos olvida cómo querer de verdad.

    Beso reinis.

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