sábado, 14 de septiembre de 2013

Sin historia




La sensación de vivir desde hace ya casi cinco meses en mi nuevo departamento no ha cambiado nada, en realidad solo lo uso para dormir, bañarme y de vez en cuando comer algo rapidito, hay pocas cosas y la mayoría son nuevas, solo algunos trastes, triques y el refi que he llevado conmigo a los lugares donde he vivido los últimos años de mi vida. Los fines de semana huyo a casa de mis papás y tan solo el manejar hacia el norte de la ciudad me hace sentir que voy a donde pertenezco.

Pocos amigos han venido a visitarme, mi familia solo una vez, no me he sentido en casa, no he peinado la zona, ignoro que locales, restaurantes, parques, etc están por aquí, no he camindao más que dos cuadras al super y tres al oxxo.

Intensionalmente no he querido involucrarme, es como si supiera que estoy de paso, a veces siento que estoy en un hotel, he dejado pasar esa sensación de largo y vivir los días como van llegando, uno a uno, pero justo chateando con un amigo la semana pasada me dí cuenta de lo impersonal que me resulta estar aquí, nada tiene historia, no están mis cosas, no hay paredes raspadas, ni manchitas en el piso, ni fantasmas de cuadros en las paredes, ni cosas que me remitan a mi infancia, ni fotos, nada, es cómo si yo misma me hubiera exhiliado de mi pasado pretendiendo empezar de nuevo.

No están mis libros, mis libretas, mis discos, mis plantas, mis cuadros. No hay flores, ni nada, tampoco está mi gato.

A este lugar le falta almita que es justo lo que los años les da a las casas, historia, vida. 
A este lugar le faltan recuerdos, voces, pasos.
A este lugar le falta que yo le invierta un poco de espíritu, tiempo y ganas, pero mi desencanto es tan grande por casi todo lo que sucede que no sé si pueda y quiera invertirle un poquito de mi.














viernes, 16 de agosto de 2013

Lo que amo de la vida.


Amo los aeropuertos, los libros, los colores, las lilis, la naríz de mi madre, los chinos de mi hermana, la figura larga y delgada de mi padre. Amo las tipografías, el diseño bonito, los muebles chingones, las plantas, lo retro, las fotos, los juegos de mesa acompañados por tragos y cigarros, los días soleados, la lluvia, el granizo, el arcoiris, los gatos, los gatos, los gatos.

Amo las palabras, las frases, las canciones, recordar, extrañar. Amo soñar que vuelo, amo besar con gusto, despacito, rápido, atascado, lento, de a poquito, amo las caritas de los niños, sus ojos, sus cabezas grandes y sus cuerpos chiquitos, los tacos al pastor, los campechanos, la pancita y si se está crudo, mejor. Amo las carnitas, la barbacoa y las micheladas, ay que rico!, quiero una con clamato. Amo viajar, la playa, el mar, la ropa, las chanclas, los converse, las fotos, el sol, la calma, la fiesta, las cámaras de foto, los videos viejos, bailar, reir, reir y reir.

Amo fumar con gusto, cuando se antoja realmente, el vodka, el mezcal con queso Oaxaca, ir de copiloto en la carretera y ah como amo estacionarme porque lo hago muy bien. Amo fumarme un porrito de vez en cuando, la sensación de calma y la simpleza con la que se ve todo.

Amo la música, Cerati, The Cure, la sensación de cuando se cree estar enamorado, las charlas largas y profundas, las estúpidas, los chistes simples, platicar con algún extraño, las miradas, la sensación cuando te gusta alguien, los nervios, las manos bonitas de los hombres, la espalda y las nalguitas bien hechecitas. Amo los reencuentros, los atardeceres, las sonrisas grandes, las bocas chiquitas, las películas de los ochentas, Back to the Future.

Amo saber que pertenezco y saber que puedo no pertenecer, las bicis, los coches bonitos, la gente simple, la complicada, la crema de cacahuate, la mermelada de fresa, los peperamis, las papas adobadas, los cazares con miguelito, las malteadas de Johnny Rockets, los boneless del Fridays, las alitas, internet, Instagram, bailar, las cosas que suceden espontáneamente y que te sorprenden. Amo cuando me siento bonita, estrenar ropa, recibir sorpresas, los hoyitos en los cachetes, la piel lisita de los bebés, echar la hueva, los abrazos largos y el agua tibia cayendo sobre mi espalda.

Amo el olor a tierra mojada, las pelis de terror, amo gastarme un dineral en las ofertas, encontrar dinero en una chamarra, atascarme de comida y eructar agusto, amo cuando te lavan el pelo en las estéticas y te dan masajito, el olor a nuevo y el olor de las revistas recién impresas. Amo el sonido de las olas, de la lluvia, del viento, pisar hojas secas en el otoño y el color de las jacarandas cuando florecen, el sexo, las drogas y el rock and roll, pero definitivamente lo que más amo y no cambiaría por nada son los ojos, esos ojos de la forma que sean, los claros, los obscuros, con pestañas largas o sin ellas, con párpados caidos, profundos o coloreados, amo cuando me ven directamente, cuando hay complicidad, cuando entiendo sin hablar y puedo ver mi silueta reflejada en sus pupilas.


P.D. Cualquier falta de ortografía, favor de corregirla con lápiz del número 2.

sábado, 15 de junio de 2013

Todavía

¿Qué es lo que duele?

¿El amor?
¿El desamor?
¿El abandono?
¿El olvido?
¿La inestabilidad?
¿El ego?
¿El autoestima?
¿El miedo?
¿Lo desconocido?
¿El aprendizaje?
¿El desaprendizaje?
¿El apego?
¿Lo inseguro?
¿El cambio?
¿El orgullo?
¿La soledad?
¿Lo nuevo?
¿Seguir?
¿Parar?
¿Soltar?
¿Perder?

Quizá todo, quizá nada, quizá solo sean las ganas de lamentarse por algo y encuentre un extraño placer en eso. Seguro nada sea tan importante en realidad, si finalmente todo se va a ir a la mierda, mejor intentar pasarla chingón. ¿Con qué? Con lo que se tiene, con las ganas que quedan todavía.

miércoles, 24 de abril de 2013

Analogía de Candy Crush



Ayer llegué a mi casa donde vivo sola hace casi un mes, cabe mencionar que no tengo tele, ni internet, ni nada que haga ruido excetpo mi dulce voz, así que aburrida empecé a jugar por millonésima vez el nivel 104 de Candy Crush a ver si lograba terminarlo de una buena vez y entonces empecé a pensar en como la vida me había llevado a este lugar y todo lo que me ha pasado, jugando y pensando, entonces me di cuenta que la vida se puede entender cómo el estúpido y adictivo jueguito de Candy Crush, hay niveles en los que pasas a la primera, otros que crees estar a dos segundos de escuchar Sugar Crush y no te diste cuenta que todavía tenías una gelatina que no viste nunca y finalmente pierdes, otros que los putos chocolates se reproducen como gremlis y nunca por más que lo intentes, puedes detenerlos, otros que piensas que ya valiste madre porque la bombita tiene una oportunidad para reventarse y no ves dulces del mismo color que puedan ayudar y de pronto se revienta como por arte de magia y puedes continuar, así justamente es la vida, impredecible no sólo dependes de ti, sino de la suerte, del azar, de decisiones no tuyas, de pronto tienes un chingo de ganas de jugar y jugar y otras te olvidas de la méndiga aplicación pero cuando te das cuenta que tu amigo ya avanzó mil niveles ahí vas de nuevo, hasta que un día nos aburramos de seguir y nos quedemos ahí varados en algún nivel.

Suena estúpido comparar un juego con la vida misma, pero esto es así, esta semana un amigo que no tenía ni 40 años se fué asi de pronto, de un derrame cerebral y me dejó pensando que estúpidos estamos todos, compitiendo, jalándonos las patas, ofendiéndonos, lastimándonos como si siempre fueramos a estar aquí, como si el tiempo no pasara. Hoy la vida me tiene atorada en un estúpido nivel que no puedo pasar pero que un buen día tendré suerte y con mis 30 chances de terminar con la gelatina lo voy a lograr y otro buen día estaré jugando otro juego que no tenga que ver con dulces y así será hasta que me aburra, apague mi iphone y me largue.