sábado, 2 de octubre de 2010

Terminando la relación más larga de mi vida


18 años y ni un día más, voy llengando de un buen concierto y mañana diré adiós al tabaco para siempre jamás, o al menos eso pretendo.

No se si fué en secundaria o en prepa que mi amiga Martha me llevó a los baños de niñas de la escuela a fumar un cigarro alrrededor del escusado, y yo pretendiendo dominar la escena fumé y fumé un Benson arrugado y húmedo, fué entonces cuando no puede dejar de fumar, aveces por pretender tener estilo, por parecer mayor, por tener onda, por pertenecer al grupo de las chicas malas que fumaban, pero el caso es que me gustó al grado de disfrutar mi vicio durante muchos, muchos años más.

Fumé en los salones de la uni, fumé después de comer, fumé en millones de pedas, fumé entre clase y clase, fumé en mis múltipes depresiones, fumé cuando estaba borracha, cuando estaba triste, cuando estaba felíz, cuando bailaba, cuando iba a dormir, cuando despertaba, cuando tomaba café, cuando tomaba cerveza, cuando iba a un velorio, cuando quería matar el tiempo, cuando quería ligar, cuando terminaba con alguien, cuando platicaba con mis amigas, cuando iba a la playa, cuando manejaba, cuando hacía frío porque según yo me calentaba, cuando hacía calor, cuando me paraba en la carretera, cuando compartía una pena, cuando estaba eufórica y cuando estaba tranquila.

Fumé Malboro, Camel, Benson y cuando era más pobre que hoy, fumé Montana, Delicados y Boots, fumé Capri, los clásicos delgaditos y largos, fumé Raleigh y cigarros cubanos que no recuerdo su nombre, fumé cigarros robados a mi tío Rico, a mi papá y a mi hermano, fumé cualquier cantidad de bachas en las fiestas donde no había cigarros, fumé, fumé y fumé.

No sé cual es la razón por la que dejo de fumar si ahorita al pensarlo ya lo extraño, pero creo que el paso del tiempo te pone a pensar en tu salud, en el sin sentido que te da fumar un cigarro, ya que nada más te llena de humo pero ni siquiera te pone, en las asquerosas crudas de cigarro, el mal olor en el pelo, en la ropa y en los dedos. Quizá me llegó la hora, la edad, la conciencia o simplemente las súplicas de mi madre por dejar el cigarro, pero mañana a las 9 de la mañana voy a mi curso de Allen Carr, dos mil pesos espero que sean razón suficiente para dejarlo.

Hoy me fumé mi último cigarro en el concierto de Arcade Fire, hoy digo adios al delicioso sabor a humo, al increible olor a cigarro, a mi marca favorita Malboro Rojos, a mi gusto por tenerlo prendido entre mis dedos y me quedo con todos mis recuerdos, que son millones, en los que fumé y con quienes fumé.

Dejo de fumar sin odio al cigarro, con un grande extrañamiento pero con firmeza, dejo de fumar por mi, dejo de fumar para demostrarme que puedo, que me quiero y que hasta la relación más larga de mi vida puede terminar y no pasa nada. Dejo de fumar por dejar, por liberarme, por saber que puedo cambiar, y aunque quiero sé que siempre, siempre como cualquier mentada relación lo voy a extrañar.

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